Jesús el sumo sacerdote

“y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec”. Hebreos 5:10

El sacerdocio de Melquisedec es un sacerdocio celestial. El sacerdocio levítico, como todos los demás sacerdotes, era un sacerdocio terrenal. Dios dio instrucciones a Moisés para ordenar al sacerdocio levítico para demostrar lo que significa ser un sacerdote. Dios hizo que fuera de carácter temporal y nunca tuvo intención de que durara para siempre. Cuando llegó el momento de la manifestación del sacerdocio real, su propósito se llevó a cabo y se cumplió. Era una parte de la antigua alianza que Dios hizo con el pueblo de Israel.

Melquisedec no heredó el sacerdocio de manos de su padre, al igual que los sacerdotes levitas, sino que la recibió directamente de Dios, su sacerdocio dura para siempre. Melquisedecen en el Antiguo Testamento, no tiene genealogía, no tiene ningún registro de haber tenido un padre o madre terrenal. Ningún registro de nacimiento o de muerte. En Hebreos 7: 3, el escritor lo describe como “sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”.

Jesús es el rey de justicia y el príncipe de paz, es perfecto, sin pecado y vino a cumplir la función sacerdotal de hacer la paz entre el hombre y Dios. Si miramos su palabra vemos que los sacerdotes eran los responsables de interceder ante Dios por el pueblo, mediante la ofrenda de los muchos sacrificios que requería la ley. Entre los sacerdotes, uno era elegido como el Sumo Sacerdote, quien entraba en el Lugar Santísimo una vez al año en el Día de la Expiación, para colocar la sangre del sacrificio sobre el Arca del Pacto. Por estos sacrificios diarios y anuales, los pecados del pueblo eran temporalmente cubiertos hasta que viniera el Mesías para quitar sus pecados.

Cuando Jesús se entregó como sacrificio perfecto, entró en ese tabernáculo superior y más perfecto que está en el cielo, el cual no fue hecho por manos humanas ni forma parte del mundo creado. Con su propia sangre —no con la sangre de cabras ni de becerros— entró en el Lugar Santísimo una sola vez y para siempre, y aseguró nuestra redención eterna (Hebreos 9:11-12)

Su sacrificio fue suficiente para limpiar todos tus pecados, de una vez y para siempre, luego de hacer esto se sentó a la diestra de Dios (Marcos 16:19) pero no sólo eso, sino que su palabra también dice que asimismo nos hizo sentar con Él en lugares celestiales (Efesios 2:6) ésta es nuestra posición en Cristo, el lugar espiritual en donde Él nos puso, para descansar y reinar junto con él.