Como un Águila

“Como un águila que despierta su nidada, que revolotea sobre sus polluelos, extendió sus alas y los tomó, los llevó sobre su plumaje” Deuteronomio 32:11 (LBLA).
Las águilas construyen sus nidos en la cima de árboles altos y acantilados. La hembra normalmente pone dos huevos, aunque puede llegar a poner hasta cuatro. Incuba los huevos por cuarenta días, aproximadamente, sentándose en el nido para darles calor. Dependiendo del clima, la duración de la incubación puede variar entre treinta y cincuenta días.

Antes de dejar el nido por primera vez, las águilas jóvenes permanecen en el nido entre diez y doce semanas. Ese es el tiempo que tardan en desarrollar su plumaje completo para poder volar, y en alcanzar el tamaño suficiente para comenzar a cazar sus presas. El águila que recién deja el nido vuelve a él y se queda cerca de sus padres por un mes o más, aprendiendo a cazar y mejorando sus habilidades de vuelo. Puede que pida comida siempre que las águilas adultas aún estén dispuestas a alimentarlo. Al final, pasarán al menos ciento veinte días desde el nacimiento para que el águila joven sea totalmente independiente. En todo ese periodo, el águila ha invertido mucho tiempo, esfuerzo y dedicación en el nacimiento y desarrollo en sus polluelos. Pasado un prolongado tiempo, y después de recibir el alimento de mano de sus padres, estando en la protección del nido, a salvo, el aguilucho crece hasta casi alcanzar el tamaño adulto.Sin embargo, a pesar del desarrollo conquistado,  él permanece en el nido. Hasta que un día, el águila madre sale del nido y toma vuelo hacia las alturas, pero a diferencia de todos los otros días, no va a buscar alimento, sino que cae en picada contra su propio nido, y da con todas sus garras en éste , para comenzar a romperlo. Lo hace una y otra vez, hasta que de repente, las crías, que  aún nunca han extendido sus alas, comienzan a caer en picada.
El águila madre aún en el aire, se posiciona debajo de ellos, extiende sus alas y aletea, mostrándoles el movimiento para que, imitándola, comiencen a hacer lo mismo.
Los polluelos, que ya son jóvenes, fuertes y con las alas del mismo tamaño que su madre, comienzan a extender sus alas. Al sentir el viento y ver el movimiento de su madre, comienzan a imitarlo y lo maravilloso sucede, comienzan a volar, por primera vez.Dios ha puesto en toda la creación de su sabiduría, ha plasmado en todas sus maravillas su diseño, para enseñarnos sus misterios.
La historia del águila nos muestra cómo es que, a veces, nos acomodamos y armamos nuestros propios nidos, cómodos pero cargados de pesos viejos, con mandatos difíciles de cumplir.  Pero llegado el momento es necesario salir del nido, para poder concretar el sentido o el propósito por el cual estamos vivas. Así como el águila rompe el nido para que sus polluelos se larguen a volar, así somos movidos a salir de nuestra zona de confort, de nuestras propias limitaciones, para lanzarnos de lleno a manifestar y poner en activación el propósito por el cual Dios nos ha creado.

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